Algunas palabras son plurales por definición; y cosquillas es una de ellas. En cierta ocasión he pensado que el principio del fin de la infancia, comienza cuando una buena sesión de cosquillas en familia ya no resulta agradable. Pero este último es un comentario al margen, que se ha escrito solo, porque esta nota no va de un tratado sobre las cosquillas, sino sobre un aspecto de éstas que me resulta muy curioso: No se dan en silencio. Sino acompañadas de una onomatopeya muy diversa y particular.
Desde madres haciendo cosquillas a sus hijos, hasta parejas de amantes en una guerra retozona de cosquillas cómplices, un domingo por la mañana; todos emplean un sonido especial y hasta personalísimo, para aplicarlas. Incluso, existen personas en extremo sensibles, a las que el solo sonido con el que le suelen aplicar las cosquillas, les es suficiente para experimentarlas.
Reproducir estas onomatopeyas suele costar el adentrarse en el ridículo. Pero yo estoy muy curtido en el asunto y allá voy. Existen algunas variaciones compuestas por sonidos de cascabel, y sobrecargados del dígrafo «Ch»; como cuchu-cuchu, chiqui-chiqui y chucu-chucu. También están los dominados por la letra «t» más un original fonema «consonántico oclusivo, velar y sordo.” Ejemplo de éstos pueden ser tiqui-tiqui, tuco-tuco, y así por el estilo. ¡Ah! y casi siempre pronunciados en grupos de cuatro y en entonación aguda. Cosa muy importante ésta: Al parecer los tonos graves son incompatibles con las cosquillas. Accesoriamente, se suelen incorporar preguntas incontestables, cuyas respuestas no salen por la risa.
Hay cosquillas más adultas, que bueno, no sé, a mí parecen ser una prolongación torpe de las infantiles, que nos permiten explorar las vulnerabilidades del otro y que sólo después de algún tiempo, adoptan una intención lúdica. En ese caso, las onomatopeyas tienden a desaparecer y pasan a formarse frases obstruidas, también en tono agudo, en las que cada envestida cosquillera suele terminar con un signo de interrogación.
Para mí estos sonidos terminan por ser uno de las pocas ocasiones en las cuales utilizamos para expresarnos, nuestras cuerdas vocales complementariamente con el tacto. Y es una lástima. Porque de hecho, en la rutina de la vida cotidiana, las otras candidatas, como las peleas, las caricias y el sexo, suelen ser particularmente silenciosas.