Primera sonrisa espacial

Se habían preparado tres sobres sellados. Cada uno contenía un comunicado oficial del Kremlin, adaptado a los posibles escenarios. El primero, exaltaba el éxito rotundo de la misión y la superioridad del sistema comunista. El segundo solicitaba ayuda internacional para rescatar a un cosmonauta que había aterrizado fuera del territorio soviético; y el último, lamentaba la trágica muerte del camarada, que se sacrificaba por el progreso de la ciencia.

Un doce de abril de mil novecientos sesenta y uno, cuando ya Yuri Gagarin se encontraba en órbita, se ordenó a la agencia de noticias soviética TASS, la apertura del primer sobre; con ese acto nacía un héroe. Este chico carismático y de amplia sonrisa se convertía, oficialmente, en el primer humano en entrar en órbita. Hijo de campesinos humildes, piloto de reactores, astuto y bromista, pasó a formar parte del entramando propagandístico de la CCCP, recorriendo medio mundo para restregar a occidente la inferioridad del capitalismo.

Ser héroe en aquellos días, sobre todo si te gustaba hacer lo que hacías, era una ruta más que segura a la infelicidad. Eras un recurso valioso, que no podía ponerse en riesgo, y tu destino dejaba de pertenecerte. Al igual que Gagarin, John Glenn, el primer estadounidense en el espacio, fue retirado del programa espacial y su vida reorientada hacia los intereses políticos. De hecho, cuando hace 6 años vi a un Glenn anciano, volando en el trasbordador espacial, con la excusa de hacer investigaciones sobre el envejecimiento, no dejaba de pensar que no era más que el cumplimiento, por parte de la NASA, de un pacto secreto de tiempos de la Guerra Fría. Pero Gagarin no tuvo tanta suerte.

Como cualquier futbolista de élite, le costó entenderse con la adulación permanente y su papel de héroe nacional. Poco a poco comenzó a beber más de la cuenta y a verse inmerso en escándalos-silenciados, de faldas. Y finalmente a una pérdida completa de influencia, cuando Nikita Khrushchev, fue retirado del poder.

A casi año y medio para el final de la carrera espacial, Yuri fue readmitido en el programa como cosmonauta del programa Soyuz, pero en un vuelo de entrenamiento, a bordo de un MIG-15 pereció en un accidente, junto con su entrenador.

Creo que Yuri ha sido el único humano, que ha aterrizado con sus propios pies, luego de un vuelo espacial, y no dentro de una nave. Tuvo que eyectarse por problemas técnicos de última hora, y realizó la última parte del descenso en paracaídas. En medio del campo, donde nació como héroe y dónde murió como piloto, aún se mantienen entre la maleza, los monumentos galácticos construidos en su memoria.

Quería recordarlo a modo de homenaje, sobre todo en estos días malhechos en los cuales la política, ya no crea héroes a través de la ciencia.

Elizabeth Montgomery

Mi horóscopo no podía ser más claro: Vuelve un amor del pasado, ponía. Obviamente no le presté mucha atención, no por incrédulo, que va, sino por la incompetencia manifiesta de los astrólogos modernos. Te llevan de decepción en decepción, jugando con tus sentimientos, sin asumir su responsabilidad ante los miedos humanos.

Lo cierto es que ya había olvidado la predicción astral, cuando uno de estos días Santos, mientras vagaba por la tele – que por esta época se apunta a una onda sepia con epicentro en Nazaret -, se iluminó por sorpresa el receptor televisivo con la hipnótica presencia de Samantha Stephens, una antigua novia de pubertad. Que pena. Me cogió desprevenido, en pijama, despeinado y sin afeitar.

Le recuerdo con el mismo suspiro nostálgico con el que evoco el olor a tierra mojada de mi pueblo. Era una mujer excepcional, que me acompañaba en las solitarias y aburridas tardes de agosto. Me enamoró con el sexy movimiento de su nariz, con la prestancia de su sonrisa y la ternura de su cara de travesura. Amor brujo, intenso, platónico. Y ya saben. El amor platónico es más intenso que el correspondido, pero más sufrido que el que no lo es.

Lo nuestro no pudo ser, principalmente, por mis convicciones religiosas. Yo la veía tan felizmente casada con Darrin, que nunca me atreví a ir más allá de un torpe piropo de impúber. Además, con una suegra así… Lo otro, nuestra diferencia de edad, nunca lo vi como un problema, sino al contrario.

Samantha tenía un papel en la vida real que interpretaba bajo el nombre artístico de Elizabeth Montgomery. Allí no tenía poderes mágicos pero no dejaba de hechizar con su belleza. Hacía de hija de actores bien avenidos. Se casó cuatro veces y tuvo tres hijos. Se retiró a los sesenta y dos haciéndonos creer que había muerto, copiando sin pudor una idea ya registrada por la Monroe.

En estos días, cuando el estereotipo de belleza femenina se esculpe en torno a los cincuenta kilos, nunca supera los veinticinco años de edad, y la ternura, la inteligencia y la astucia no son atributos admirados; es de agradecer el poder toparse con una mujer del pasado ante la cual puedes mostrarte vulnerable.

El hombre más rico del mundo

No. Tranquilos. No voy a hablar de algún libro del famoso Og Mandino, sino de una curiosidad de onda retro económica.

Resulta que el prójimo de la foto de al lado, Ingvar Kamprad, es ahora el hombre más rico del mundo, por encima del omnipresente Bill Gates. Ya se enterarán con suficiente detalle en la prensa, así que no voy a aburrirles con lo obvio. Lo que realmente me resulta curioso de la noticia, es que en pleno siglo XXI, este hombre no se ha hecho rico como vendedor de intangibles (software por ejemplo); esos que no toman en cuenta las economías de escala y se burlan de Taylor y las cadenas de montaje. Tampoco vendiendo coches, ni armamento, ni aviones. Este sueco frugal de setenta y siete años, ha amontonado su fortuna ¡fabricando y vendiendo muebles de madera! Es el dueño y fundador de IKEA (Ingvar Kamprad Elmtaryd Agunnaryd), una cadena de más de ciento ochenta tiendas en más de treintas países.

Eso sí, no es la típica tienda en la cual existe un dependiente de corbata que te atiende con una sonrisa. De hecho no hay dependientes. Es en realidad una gran superficie de exhibición, en la cual ves todos los productos, perfectamente expuestos y una pequeña nota al lado, en la cual te indica en cuál pasillo se encuentra, porque luego tienes que pasar por el depósito, montarlo en tu carrito, llevarlo hasta la caja y pagarlo. Trasladarlo hasta tú vehículo y una vez que lo tengas en casa, armarlo tu mismo. No importa si es una silla, una mesa, una cama, o un complejo armario. Vamos, que el señor se hace el sueco en todo el proceso. (perdón por el machacón lugar común, es que estoy un poco holgazán). Para un detalle adicional sobre la forma de nombrar sus productos, que no traducen y mantienen en inteligible sueco, pueden pasar por donde mi amigo cyberf.

En todo caso y afortunadamente, cierto equilibrio sigue manteniéndose. Ese según el cual el hombre más rico del mundo no es el más poderoso.

Finalmente, se me ocurre pensar, que de seguir así las cosas, no tardará en aparecer una Ingeniería en Carpintería y un próspero sector de servios de outsourcing en armamento. [de muebles, claro esta. 😉 ]