A veces pasa; aunque no se sepa muy bien porqué. De repente te topas con alguien que coge el toro por los cuernos, saca lo mejor de si, difumina la frontera entre el vicio y la pasión y logra grandes cosas. Normalmente lo hace en periodos intensos de actividad, absolutamente focalizado e inmune al desaliento.
He visto que el espectro va desde artistas hasta científicos, pero no sólo. También le pasa a gente común y corriente que se sumerge en un proyecto y son capaces de doblegar con disciplina la dictadura de la gratificación inmediata. Mejor dicho, son capaces de destilar la gratificación a lo largo del propio proceso de inmersión.
Es así como han surgido los grandes cambios en la humanidad, especialmente los tecnológicos y los artísticos. Ejemplos miles: Desde la teoría de la relatividad, pasando por la erradicación de la viruela, el desarrollo de la electrónica u obras maestras como Cien Años de Soledad o la placa base del Apple II.
A pesar del milagro, son más los que claudican que los logran alcanzar la meta. Es como si la ventana del entusiasmo estuviese abierta sólo por un periodo de tiempo, luego del cual las fuerzas se acaban, los obstáculos se hacen insalvables y simplemente la gratificación está en dejarlo. Ese momento en que las cosas se adentran en las profundidades de la Teoría de la Acción Racional.
Barrunto que la diferencia entre los que logran sus metas y los que no está más en la duración particular de su ventana del entusiasmo que de la complejidad misma de los retos. Parece también que dicha ventana suele tener una duración fija, independientemente del reto, y de normal, bastante corta para la mayoría. ¿Qué cabe en ella? Más bien poco. Casi nada por lo que podamos ser recordados por los nietos.
Curioso. Me da que no nos queda otra forma para conjurar el enigma del entusiasmo que partir los retos en trocitos pequeños, infinitesimales. Que parezca que no estamos haciendo nada, disimulando, a ver si algún día tenemos suerte y alguien se deja la ventana abierta.
Jo.
Nota del cartero:
Cómo me molesta cuando las notas me quedan como insulsos textos de autoayuda, pero vamos, es viernes.