Pongámonos tremendos, que es viernes: Este año será recordado como el que marcó el principio del fin de las empresas dedicadas a hacer pronóstico social; especialmente las que intentan determinar cuál opción ganará cuando hay voto masivo de por medio. Digamos que era más fácil afirmar quién ganaría las elecciones estadounidenses a partir del refranero popular que de sesudos sondeos de opinión: Como todo el mundo sabe, no hay dos sin tres.
Al no ser experto, y para no desentonar con los tiempos, puedo opinar de forma irresponsable y afirmar que estoy casi seguro de que el problema puede estar en la resistencia del gremio a actualizar sus técnicas a las nuevas realidades sociales (y tecnológicas) y pensar que aquellas están basadas en leyes inmutables. Por cuestiones que no viene al caso, estudié hace veinte años estadística en el marco de mi formación universitaria y en algunos apartados se estudiaban aspectos relacionadas a la aplicación de sus técnicas a las ciencias sociales. Veinte años después —y también por cuestiones que no vienen al caso— me he visto obligado a realizar una actualización de dichos conocimientos y con sorpresa descubrir que aquello no ha cambiado prácticamente nada desde que gente como Neyman y Pearson definieron en los años treinta del siglo pasado muchos de los conceptos básicos. ¡Bárbaro inculto! me gritan desde el INE, pero me ampara la Primera Enmienda, perdón, es la influencia de las series… quería decir, el Artículo 20 de la Constitución Española.
Sobre todo me preocupan ciertas afirmaciones que, a semejanza de los economistas, intentan explicar por qué no ha pasado lo que habían pronosticado: Es que a Trump lo votaron un montón de gente blanca sin formación de la américa profunda (de por sí ya un agravio la mar de injusto); es que los mayores de sesenta años fueron los que votaron por el Brexit; es que en las ciudades grandes no golpeadas por la guerrilla en Colombia ganó en no… ¿y entonces? ¿No se había pensado en esos detalles antes? Quisiera saber cuánto se ha avanzado en los aspectos de la Fiabilidad del Comportamiento Verbal que tantos estudiantes responde cada año de memoria en los exámenes: Deseabilidad social (apoyar comportamiento bien vistos en la sociedad), Falta de Opinión (la presión por responder) y la determinación de la intensidad y el convencimiento de las respuestas (cuánto creo en lo que contesto). Por lo visto bien poco.
Puede que como individuos seamos los mismos, pero como masa, ya no somos sociedades tan homogéneas como para pensar que los mismos métodos que predecían nuestros comportamientos políticos en el pasado lo hagan ahora. Creo que este año hay casos representativos para soportar esta afirmación inculta y temeraria.
Eso sí, las empresas demoscópicas cobrarán oportunamente por realizar estudios para explicar por qué no acertaron y para esto no fallan el pronóstico: siempre hay quién paga por ello sin margen de error. ¡Faltaba más!