Mucha mierda Miura 1


Pase lo que pase, sois grandes.

Actualización 2:54:AM: Esta nota la guardamos para la siguiente ventana. Un T0 y aborto en ignición es valioso. El bicho sigue intacto, hay que seguir intentándolo.

Papá tenía razón. ¡Mecachis!

Hola Peques:

Como habéis podido comprobar papá no es perfecto. Nadie lo es. Ni vosotras por mucho que yo lo diga. Pero de vez en cuando; muy de vez en cuando, acierto en las cosas que os digo. Ya no por sapiencia, sino porque he vivido más que vosotras.

Y allá van tres ejemplos:

(Música): Os dije, nada más escucharla, que la canción de las Flowers de Cyrus era un copia de una canción de Bruno Mars. Que no me acordaba del título, pero que esa melodía y letra no era, ni de lejos, original. Fui acusado de partizano nostálgico, pero allí está. Cierto como una casa con sus ventanitas, chimenea y arbolito de manzanas.

(F1, o como la vida misma): Cuando vimos las magistrales maniobras de Checo Pérez para retener a Hamilton (favoreciendo a Max ) en aquel último gran premio que terminó con Max como campeón del mundo, os dije. Cuando las tornas cambien, Max por nada del mundo le devolverá el favor a Checo. Temblaron las paredes del salón señalándome como odiador de Max (cosa falsa). Menos de un año después se dieron las circunstancias y, en efecto, Max no devolvió a Checo el favor, incluso cuando ya no tendía nada que peder o ganar, pues había revalidado el campeonato y Checo luchaba por el segundo lugar. En directo lo vistéis. Fue triste, pero tenía razón, porque los humanos son así, en especial los que van vertiginozamente por la vida.

(Política): En un nota de hace siete años os lo dejé escrito que no me gustaban los extremos, ni los de izqueirda ni los de derecha. Y precisamente sobre la primera os decía que no habían superado el estado de la revolución permanente, que “siempre se justifica -incluso cuando se escora hacia el autoritarismo- y se vende proba sólo por el hecho de no ser la derecha.” Y algunas cositas más. Probado está. No soy quien para deciros cómo obrar en el futuro, pues no sé cuál futuro os tocará; pero sí os puedo dar un consejito de base que lleva años en la especie. Tened miedo de los extremos y no dejéis que se implanten por vuestras acciones u omisiones en la vida política de vuestro país futuro. El miedo sirve para someternos, sí, pero también para ver los riesgos y mantenernos alertas.

Los tres ejemplos están entrelazados. Os dejo de deberes encontrar desemarañar la estopa.

 

Despenalizad la sorpresa

Sé perfectamente que me meto en camisa de once varas, pero hay momentos en la vida en los que hay que abusar de refranes y frases hechas, coger el toro por los cuernos, hacer de tripas corazón y cruzar el rubicón con ímpetu para poner un pie al otro lado de las líneas rojas de la sociedad. Hoy es uno de esos momentos. No podemos seguir así. Corremos el riesgo de extinguirnos si continuamos por este camino de calmadas tormentas y represión.

Entiendo perfectamente las razones por las que nuestros legisladores optaron por cortar por lo sano y prohibir la sorpresa. Un consenso pocas veces visto en democracia que nos pemitió implantar un agresivo programa escolar para erradicar, desde la mas tierna infancia, los gestos de admiración ante lo impresionante, lo loable, lo extraordinario, la azaña, lo maravilloso y lo bello. Había poco que objetar, fue una medida ratificada en referendo.

Y fuimos muy efectivos. Rápidamente pasamos de un desinterezado elevamiento síncrono de hombros, gesto supermo de indiferencia, a la total inexpresividad exenta de cualquier culpa. La incapacidad para sorprendernos pasó a ser símbolo de madurez y ecuanimidad, además de un reclamo de libertad individual y la manera más popular de amputar la incertidumbre.

No pretendo ser revisionista, pero tenemos que volver a hacérnoslo ver. Por nuestro bien. Es urgente revertir aquéllo y lograr que las nuevas generaciones vuelvan a abrir la boca, arquear las cejas, sentir que se les sale el corazón y notar las mariposas en el estómago ante historias superlativas de la ciencia, números imaginarios, poemas asombrosos, cuadros imprevisibles, esculturas escandalosas, edificios hermosos, la digestión del primer beso o los alegres pliegues de las proteínas. Que sientan la felicidad súbita de admirar de forma expontánea lo que nos trajo hasta aquí: la portentosa curiosodad innata que nos permite hacernos preguntas y buscar las respuestas.