Nostalgia Planetaria.

¿Te acuerdas cuando éramos nueve? le preguntará nostálgico, y con unas cervezas en órbita, algún planeta sobreviviente a otro en una de las farras que montan los cuerpos celestes y que los astrónomos llaman alineación planetaria.

Y es que desde anoche, los colegiados de la astronomía, en cumplimiento de su deber, han echado a la basura una brillante carreta de setenta y seis años de Plutón como el planeta más excéntrico y librepensador del sistema solar. Sin darle las gracias, sin una mísera condecoración por los años de servicio, aunque fuera por guardar las apariencias.

Que les puedo decir; se me antoja un acto de discriminación hacia las minorías planetarias, aquéllas que por no ser esbeltas y voluptuosas, son echadas del Club. Tomen ustedes nota: ¡que lo han sacado del sistema por enano!

Tranquilo Plutón, aquí en la tierra hay gente que te recordará mientras viva, y que te seguirá considerando el regente astrológico de quienes se salen de la norma y orbitan fuera del plano de los demás.

Un beso a Caronte, de mi parte.

Ocatrapse.

En el nombre de Las Partes

Topádome he con este interesante artículo a favor de la integración lingüística y cultural. Serio y documentado, intenta recoger la ingente veriedad de formas en las cuales los hispanohablantes nombran sus partes pudendas; y adicionalmente, algunas otras formas de expresiones soeces de uso regular.

En un primer vistazo, me sorpredió la eventual casualidad fonética de que, la mayor parte de los sinóminos regionales relacionados con la Vulva empienzan con «C» ó «Ch» (quince en total); mientras que los comenzados en «P» son apenas siete. Proporción que se invierte cuando se refieren al Pene, que tiene tan solo siete sinónimos que comienza con «C» y una abrumadora mayoría de veintiuno que empiezan por «P».

Así, para nombrar la Vulva, el hispanohablante se decanta por sonidos velares o palatales, con destacados tintes africados aportados por la «Ch», mientras que para nombrar el Pene recurre, esencialmente, a sonidos oclusivos y labiales.

Pequeñas Tragedias Veraniegas VII

He pasado la noche en el aeropuerto. Desde ayer por la mañana, cuando me disponía a iniciar mis vacaciones, no ha despegado ni un solo avión. Esto es un caos. No hay Ley ni Dios. Esto parece un aeropuerto del tercer mundo, bueno, eso dice la señora de falda floreada que no ha parado de hablar y quejarse toda la noche, aunque tenga poca pinta de haber visitado algún aeropuerto del tercer mundo. No sé, me resultó una opinión muy a la ligera.

Todo comenzó sobre las cinco y treinta de la mañana, cuando los vendedores de periódicos de los kioscos distribuidos por las instalaciones, decidieron, en reivindicación de sus derechos laborales, que en ningún caso contemplan desembalar de los cartones, como cortesía a los clientes, las revistas que vienen con coleccionables, decidieron decía, invadir las pistas del aeropuerto, ante la atónita mirada de las autoridades.

Un rato más tarde, en medio del desconcierto, los embaladores de equipajes, en demanda de equipos automatizados que no les obligasen a agacharse para precintar los equipajes, se encaramaron en los aviones y pintaron de negro las ventanillas de las cabinas de los pilotos. Simultáneamente, los empleados que ordenan y reponen los carritos que los viajeros utilizan para acarrear el equipaje, pinchaban los neumáticos de los aeroplanos, en protesta porque se les obligase a empujar largar filas de carritos por el aeropuerto, sin contar con seguro a terceros y estando expuestos a demandas por parte de los pasajeros.

Los chicos y chicas del catering, que desde hace mucho tiempo están detrás de una indemnización por exposición a los vapores del queso azul que se sirve en primera clase, decidieron, como medida de presión, cambiar las etiquetas de los equipajes, con el consiguiente desmadre balístico (de balas quiero decir.)

Pero lo que más desasosiego me causó, fue la estocada final por parte de los mesoneros, en esta sucesión de protestas: Secuestraron los vasos, cubiertos y servilletas de todos los restaurantes; con la desagradable consecuencia de tener que beber el café con leche en las botellas usadas de agua mineral, comerse el arroz a mano desnuda y limpiarse la boca con la manga de la camisa: ¡Por Dios, como en el tercer mundo!


Nota del Cartero:

Fotografía tomada de www.pixalia.net, bajo licencia Creative Commons.