M&M

De pequeño me hacía un arroz con mango con las definiciones de Milagro y Misterio. Me explico: para mí la televisión era un milagro y la Santísima Trinidad un misterio. Para ser más precisos, aún continúan siéndolo.

Atendiendo a la acepción principal del DRAE, era normal la confusión:

Milagro: Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino.

Misterio: Cosa arcana o muy recóndita, que no se puede comprender o explicar.

Siento, pues, una tendencia a explicarme la realidad a base de milagros. La causalidad, dada mi limitada velocidad de razonamiento, resulta poco económica. Es un gasto de energía innecesario, que podría dedicar a otras cosas más gratificantes.

De hecho, el significado que recoge el DRAE para la expresión “de milagro” es la que mejor define esta forma de pensar, sobre todo cuando viene acompañada con una dosificación a la baja de las expectativas:

de milagro: loc. adv. U. para expresar que algo ha ocurrido cuando parecía imposible que ocurriese, o que no ha ocurrido cuando todo hacía creer que iba a suceder.

García Márquez teme volar en avión. Su madre solía, al enterarse que tomaría algún vuelo, encender una vela a los Santos. En una oportunidad, un hermano del Gabo tuvo un accidente y su vehículo quedó encajado en la cuneta, y resultaba muy difícil sacarlo. Su madre, al enterarse, lo primero que hizo fue encender una vela a los Santos. Cuando le reclamaron el gesto, porque eso no ayudaría a nada, respondió: Si esta vela puede mantener un avión en el aire, ¿no va a poder sacar un carro de una cuneta?

Para ella, como para mí, el avión (como muchas otras cosas de mi entorno) es un milagro. No es un misterio porque me lo pueden explicar e incluso lo puedo comprender, lo que no me cabe en la cabeza es que con esas explicaciones, ¡ese bicho vuele!

Nota del Cartero:
En la anécdota sobre la madre del Gabo recojo su esencia, porque no tenía a la mano el libro para citarla con los detalles.

Ruido Mimético

En los tiempos del apogeo de la máquina de fax, solía ser común, además de molesto, la llegada frecuente de publicidad no solicitada a través del mismo. Dejar el fax en recepción automática era garantía de despilfarro de papel térmico con ofertas de Resorts en islas de encanto o pócimas para adelgazar. Fue un intento por trasladar a una nueva tecnología lo que era ya generalizado en el correo tradicional: Usar la fuerza bruta con inundación publicitaria, a ver quien cae. Afortunadamente para los habitantes del Caribe, la poca tradición en el uso doméstico del correo (además de su honorable ineficacia) y luego del fax, nos mantuvo al margen de esas cosas que sólo pasaban en el primer mundo.

El impacto económico de aquel spam primitivo, era relativamente fácil de cuantificar, porque, siendo simplistas, se podía medir en unidades de papel térmico. Pero, a diferencia de aquél, el spam moderno, vía correo electrónico, tiende a medirse en forma más imprecisa, intangible y difícil valorar: unidades de atención.

A diferencia de los medios de comunicación, que comercializan con nuestra atención – la capturan con entretenimiento, información o sandeces y la venden en forma de espacio publicitario– el spam es un tipo de ruido distinto. Aunque el ruido es inherente a cualquier forma de comunicación, el ocasionando por el spam es muy pernicioso porque su naturaleza, al contrario de otros agujeros negros de atención, es interactiva: Para eliminarlo hay que, primero diferenciarlo de lo que no lo es y luego, presionar el botón delete..

En términos académicos, es un ruido mimético. Se parece muchísimo al mensaje que se transmite por el canal. Por ejemplo: Si usted realiza una llamada telefónica y la línea no está en buen estado, o la cobertura es escasa, podrá diferenciar fácilmente, aunque no lo capte con claridad, el mensaje de su interlocutor del ruido del canal. No sucede lo mismo con el spam, es frecuente peder información relevante al confundirla con correo no deseado.

El desarrollo de inhibidores de este tipo de ruido, por razones técnicas, es harto compleja. Las formas de mitigarlo son más de orden sociológico que técnico, porque si ha prosperado es porque a alguien le resulta rentable producirlo. Su costo de producción es a tal punto bajo que con un porcentaje mínimo de incautos, ya produce beneficios.

Pero ya ven. No hay campañas por la tele que inviten a no responder al spam, y sobre las consecuencias que tiene hacerlo. Tampoco existen iniciativas innovadores que ataquen los nichos de los spammers: Como divertimento reflexivo, se me ocurre que podría disminuirse mucho de ese ruido mimético, si la seguridad social cubriese los alargamientos de pene.

¡Vamos!, hasta uno tiene que tener mucho cuidado con lo que escribe. No saben a la cantidad de spam en forma de comentarios a que me expongo, con sólo incluir en esta nota esas últimas tres palabras.

Besos de Año Nuevo.

Cuento de Navidad

A pesar de ser hombre, Abel ha desarrollado la habilidad de reconocer la voz de Aurelio, entre el estruendo de gallinero en el que se convierte cada tarde la salida del colegio. María rara vez ha encontrado un trabajo que le permita hacerlo, con lo cual, buscar al niño es la tarea doméstica con la que Abel más disfruta; con la única por la que se inclina hacia la descortesía ante quien intente ponerla en peligro. Más de una vez ha dejado con la palabra en la boca a su jefe cuando éste le monta una encerrona justo en las inmediaciones de su hora de salida.

El de Abel y María ha sido siempre un amor austero. Se conocieron donde se conocen con éxito todos los protagonistas de las comedias románticas americanas: En la cola del supermercado. Cuando lo cuentan, Abel suele recordar la sensación de desnudez que experimentó cuando el contenido de su compra de soltero desordenado, quedó expuesto ante la chica más guapa del mundo. Nunca unos cereales multicolor, unos yogures a punto de caducar, y tanto animal marino enlatado habían provocado tanta vergüenza. Pero María sonrió – como lo hace toda mujer al ver a un hombre desnudo – mientras sacaba de su carrito una compra casi idéntica, con la excepción de que todo era Light, bajo en grasas y rico en fibra. Abel respiró tranquilo, ya no tendría que preguntar si tenía novio.

Para cuando Abel se enteró del embarazo ya hacía dos semanas que le decía Te quiero. Se pasaba las horas atizando el sentimiento con la esperanza de hacerlo brotar con la misma intensidad de los ojos de María. Así que no le importó en absoluto, tenía la certidumbre que provoca el miedo cuando funge de antídoto: Se casaron con oposición y sin pompa, siendo la comidilla del barrio, estando en boca de todos con ese tono bajito con el que por igual ungían a Abel o apedreaban a María.(y viceversa)

Así, desde el principio, la relación ha sido cosa de tres. No saben lo que es amanecer un domingo sin ser despertados por el hambre indómita de Aurelio y están tan curtidos que ya no se alarman cuando el placer de las caricias prontas al sexo se torna en somnífero, no por falta de ganas sino por el cansancio de ser padres a tiempo completo.

Abel, María y Aurelio son esencialmente felices. Nada les abastece tanto la existencia, como los rituales de la Navidad: escribir la carta a los reyes, esquivar las preguntas capciosas de Aurelio sobre la dudosa naturaleza de los mismos y hacer el belén. Fue precisamente mientras colocaba el buey cuando Aurelio les soltó este año que ellos tres eran como la familia del belén.

Abel intentó explicarle que había una gran distancia entre la sagrada familia y las familias normales. Y que por eso, debíamos aspirar más bien a ser como ellos, que Jesús siempre se portaba bien, que hacía los deberes y así toda una catequesis improvisada para atenuarle esos arranques, sobre todo para evitar que los fuese a soltar en público. Pero si algo sacó el niño de su madre, fue una tenacidad argumental de antología. Que no papi, que somos igualitos.

Contó que había estado hablando con una vecina que le dijo que Abel no era su padre y que éste había “recogido” a María estando ya preñada. Aunque palidecieron, sabían que algún día llegarían a ese momento, pero habían olvidado el terror que les producía barajar los escenarios de las posibles reacciones del niño.

No fue necesaria la asistencia psicológica, lidiar con complejos ni dar mayores explicaciones a Aurelio. Es bien sabido que la Navidad se inventó para que los milagros pasasen inadvertidos: Aurelio siguió sonriendo mientras terminaron de poner el belén, durante la cena de noche buena, el día de navidad y en las navidades del resto de su vida. Esencialmente feliz y tozudo, como de niño, ya que nadie pudo jamás quitarle de la cabeza, la excéntrica idea de que su familia era como la de Belén: Su madre una santa, su padre todo un Señor y él, hijo de alguien que nunca nadie había visto.

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Nota del Cartero

Basado en hechos reales. 😉

Si bien en el primer mundo no es una historia común, en el Caribe Continental en el que crecí, fui testigo de muchas como éstas. En mi propia familia y en las de mi entorno. Así que sentí la necesidad de hacerles un cuento de homenaje. Aunque no poseo la técnica, espero que haya quedado medianamete bien escrito para ser digno de tantos Abeles, Marías y Aurelios que espero sean muy felices esta Navidad. Como también espero que lo sean ustedes, mis queridos lectores.